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Wall Street may be finding new ways to perpetuate the old boys’ club [Wall Street puede estar encontrando nuevas formas de perpetuar el dominio masculino]

¿Cómo ha afectado el movimiento #MeToo en sectores como las Finanzas y, más concretamente, a los traders de Wall Street? The Economist explica que algunos ejecutivos importantes han decidido incluso evitar el contacto con mujeres en el ámbito laboral, lo cual puede acabar ocasionándoles problemas legales por discriminación sexual.

En la década de 1980, Tom Wolfe describió a los agentes de Bolsa de Wall Street como los “masters del universo”. Tras las tres últimas décadas, sin embargo, parece que se han convertido en el equivalente de lo que el poeta romántico Robert Burns cualificaba como “criaturas minúsculas, astutas, acobardadas y miedosas” refiriéndose a los ratones. ¿La causa de ese bajón? Las mujeres.

Un artículo reciente basado en entrevistas con treinta directivos y publicado por Bloomberg, un gigante del software y de las noticias, revelaba que algunos de los titanes de las finanzas están evitando las reuniones individuales con mujeres, así como sentarse a su lado en los vuelos o a comer a solas con ellas. El movimiento #MeToo, que empezó con las acusaciones de violación contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein, se ha extendido hacia la mayoría de sectores y ha provocado el temor de muchos hombres a ser acusados de comportarse de forma indebida.

Responder del modo en qué lo han hecho estos financieros es preocupante se mire por donde se mire. O bien los hombres afectados no saben cómo comportarse adecuadamente, o bien piensan que la mitad de la población femenina no tiene nada mejor que hacer que inventar falsas alegaciones de acoso sexual. Sobre este último punto, pensemos en las dificultades a las que se enfrentan las acusadoras en términos de daños a sus perspectivas de carrera o en cuanto a la dificultad de obtener alguna compensación. Es posible que dichas dificultades se hayan reducido debido al #MeToo y al apoyo a las mujeres provocado por la causa, pero los riesgos que implican son aún enormes. ¿Quién se sometería innecesariamente a un sufrimiento así?

Los hombres que consideran que es mejor evitar a las mujeres en el trabajo, especialmente a las que son jóvenes y atractivas, pueden terminar excluyéndolas de las oportunidades de desarrollo profesional y fracasar en su papel de mentores. Incluso podrían negarse a contratarlas en primer lugar. Eso podría conducir a las organizaciones de las que forman parte a demandas por discriminación sexual pero, en realidad, existe mucho margen posible para ningunearlas con pocas consecuencias. 

Dado que los hombres dominan los escalones superiores de las Finanzas, esto les da una excusa para perpetuar el dominio masculino. En lugar de cambiar su comportamiento, pretenden que sean las mujeres, no los hombres, las que corran el riesgo. En lugar de una verdad incómoda, esta resulta una mentira conveniente.

Parte del problema es que los hombres subestiman sistemáticamente los problemas que las mujeres afrontan dentro y fuera de la oficina. Una nueva encuesta de Ipsos Mori ha encontrado, por ejemplo, que los hombres norteamericanos creen que el 44% de las mujeres ha sufrido acoso sexual en algún momento de sus vidas, aunque la proporción real sea del 81%.

De todas formas, algunos de los cambios de comportamiento que están ocurriendo en Wall Street podrían ser perfectamente apropiados. A principios de este año, esta misma columna de The Economist exponía la Ley de Bartleby que contempla que “el 80% del tiempo del 80% de las personas se desperdicia en reuniones.” Las cenas relacionadas con el trabajo son otra pérdida de tiempo; su principal objetivo suele ser comer y beber a expensas de otra persona. Es difícil encontrar una buena razón para reunirse en una cena con un colega, sea cual sea su género, que no se pueda lograr igualmente con un café, por mucho menos tiempo y dinero.

Mantener una reunión con la puerta abierta, como hacen ahora algunos managers hombres, es aceptable también, siempre que se haga con todos los empleados. Las oficinas con paredes de cristal son otra opción para garantizar “literalmente” la transparencia. En la práctica, el principal beneficio de esos cambios será generalmente la protección de las mujeres, no de los hombres. Otras precauciones son sencillamente de sentido común. Pedirle una cita a cualquier miembro del personal subordinado queda fuera de discusión. Si los profesionales de Wall Street no pueden resolver algo así por ellos mismos, entonces es que no son lo suficientemente inteligentes como para gestionar el dinero de otras personas.

Sin embargo, evitar avances no solicitados es lo mínimo que las mujeres deberían esperar. Una cuestión más amplia es cómo facilitarles el éxito en sectores dominados por los hombres, como las Finanzas. Un estudio de dos académicos de la Columbia Business School comparó dos posibles planteamientos. Uno se basaba en enfatizar las diferencias de género y celebrar las cualidades como la sensibilidad y la calidez percibidas en las mujeres. El otro versaba sobre “la ceguera en el género”, que minimiza las diferencias entre los sexos. Concluyeron que el primer enfoque reduce a las personas a un estereotipo y envía a las mujeres a un rango limitado de roles, como los Recursos Humanos. La ceguera en el género género es mucho más efectiva para aumentar la confianza femenina, mientras que (como era de esperar) causa poco efecto entre los hombres.

Así que la lección para los líderes de Wall Street es que aprendan a “calmarse”. Que no piensen en esas personas en sus oficinas como hombres o mujeres. Son colegas.

 

*"Wall Street may be finding new ways to perpetuate the old boys’ club”. The Economist, 13/12/2018 (Artículo consultado online el 21/12/2018).

Acceso a la noticia: https://www.economist.com/business/2018/12/15/wall-street-may-be-finding-new-ways-to-perpetuate-the-old-boys-club

 

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¿Cómo ha afectado el movimiento #MeToo en sectores como las Finanzas y, más concretamente, a los traders de Wall Street? The Economist explica que algunos ejecutivos importantes han decidido incluso evitar el contacto con mujeres en el ámbito laboral, lo cual puede acabar ocasionándoles problemas legales por discriminación sexual.

En la década de 1980, Tom Wolfe describió a los agentes de Bolsa de Wall Street como los “masters del universo”. Tras las tres últimas décadas, sin embargo, parece que se han convertido en el equivalente de lo que el poeta romántico Robert Burns cualificaba como “criaturas minúsculas, astutas, acobardadas y miedosas” refiriéndose a los ratones. ¿La causa de ese bajón? Las mujeres.

Un artículo reciente basado en entrevistas con treinta directivos y publicado por Bloomberg, un gigante del software y de las noticias, revelaba que algunos de los titanes de las finanzas están evitando las reuniones individuales con mujeres, así como sentarse a su lado en los vuelos o a comer a solas con ellas. El movimiento #MeToo, que empezó con las acusaciones de violación contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein, se ha extendido hacia la mayoría de sectores y ha provocado el temor de muchos hombres a ser acusados de comportarse de forma indebida.

Responder del modo en qué lo han hecho estos financieros es preocupante se mire por donde se mire. O bien los hombres afectados no saben cómo comportarse adecuadamente, o bien piensan que la mitad de la población femenina no tiene nada mejor que hacer que inventar falsas alegaciones de acoso sexual. Sobre este último punto, pensemos en las dificultades a las que se enfrentan las acusadoras en términos de daños a sus perspectivas de carrera o en cuanto a la dificultad de obtener alguna compensación. Es posible que dichas dificultades se hayan reducido debido al #MeToo y al apoyo a las mujeres provocado por la causa, pero los riesgos que implican son aún enormes. ¿Quién se sometería innecesariamente a un sufrimiento así?

Los hombres que consideran que es mejor evitar a las mujeres en el trabajo, especialmente a las que son jóvenes y atractivas, pueden terminar excluyéndolas de las oportunidades de desarrollo profesional y fracasar en su papel de mentores. Incluso podrían negarse a contratarlas en primer lugar. Eso podría conducir a las organizaciones de las que forman parte a demandas por discriminación sexual pero, en realidad, existe mucho margen posible para ningunearlas con pocas consecuencias. 

Dado que los hombres dominan los escalones superiores de las Finanzas, esto les da una excusa para perpetuar el dominio masculino. En lugar de cambiar su comportamiento, pretenden que sean las mujeres, no los hombres, las que corran el riesgo. En lugar de una verdad incómoda, esta resulta una mentira conveniente.

Parte del problema es que los hombres subestiman sistemáticamente los problemas que las mujeres afrontan dentro y fuera de la oficina. Una nueva encuesta de Ipsos Mori ha encontrado, por ejemplo, que los hombres norteamericanos creen que el 44% de las mujeres ha sufrido acoso sexual en algún momento de sus vidas, aunque la proporción real sea del 81%.

De todas formas, algunos de los cambios de comportamiento que están ocurriendo en Wall Street podrían ser perfectamente apropiados. A principios de este año, esta misma columna de The Economist exponía la Ley de Bartleby que contempla que “el 80% del tiempo del 80% de las personas se desperdicia en reuniones.” Las cenas relacionadas con el trabajo son otra pérdida de tiempo; su principal objetivo suele ser comer y beber a expensas de otra persona. Es difícil encontrar una buena razón para reunirse en una cena con un colega, sea cual sea su género, que no se pueda lograr igualmente con un café, por mucho menos tiempo y dinero.

Mantener una reunión con la puerta abierta, como hacen ahora algunos managers hombres, es aceptable también, siempre que se haga con todos los empleados. Las oficinas con paredes de cristal son otra opción para garantizar “literalmente” la transparencia. En la práctica, el principal beneficio de esos cambios será generalmente la protección de las mujeres, no de los hombres. Otras precauciones son sencillamente de sentido común. Pedirle una cita a cualquier miembro del personal subordinado queda fuera de discusión. Si los profesionales de Wall Street no pueden resolver algo así por ellos mismos, entonces es que no son lo suficientemente inteligentes como para gestionar el dinero de otras personas.

Sin embargo, evitar avances no solicitados es lo mínimo que las mujeres deberían esperar. Una cuestión más amplia es cómo facilitarles el éxito en sectores dominados por los hombres, como las Finanzas. Un estudio de dos académicos de la Columbia Business School comparó dos posibles planteamientos. Uno se basaba en enfatizar las diferencias de género y celebrar las cualidades como la sensibilidad y la calidez percibidas en las mujeres. El otro versaba sobre “la ceguera en el género”, que minimiza las diferencias entre los sexos. Concluyeron que el primer enfoque reduce a las personas a un estereotipo y envía a las mujeres a un rango limitado de roles, como los Recursos Humanos. La ceguera en el género género es mucho más efectiva para aumentar la confianza femenina, mientras que (como era de esperar) causa poco efecto entre los hombres.

Así que la lección para los líderes de Wall Street es que aprendan a “calmarse”. Que no piensen en esas personas en sus oficinas como hombres o mujeres. Son colegas.

 

*"Wall Street may be finding new ways to perpetuate the old boys’ club”. The Economist, 13/12/2018 (Artículo consultado online el 21/12/2018).

Acceso a la noticia: https://www.economist.com/business/2018/12/15/wall-street-may-be-finding-new-ways-to-perpetuate-the-old-boys-club

 

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