Artículo de opinión: La relación laboral del futuro
El estilo de vida y las costumbres están cambiando rápidamente, y el mundo del trabajo no es ajeno a esta evolución. El cambio más evidente está surgiendo de una creciente competitividad empresarial, de la incorporación de jóvenes al mercado de trabajo, con modos de vida y objetivos diferentes, y de la entrada de muchas mujeres. A ello hay que añadir la llegada de un numeroso colectivo de inmigrantes y el envejecimiento de la población, que llenará las plantillas de trabajadores sénior. Crece, también, la estima social por el ocio. Por lo tanto, nos tenemos que adaptar a los nuevos entornos laborales y saber trabajar con estas implicaciones.
Por parte de la empresa, gestionar la cultura de la diversidad implica tomar conciencia de que es precisamente en la diferencia donde radica la capacidad de innovar y crear. Tener personas de características y orígenes distintos ayuda a encontrar complementariedades y sinergias creativas.
También será necesario que la empresa saque más partido de las tecnologías de la información y la comunicación, entorno en el que ayudarán mucho las personas que se han empezado a denominar milenistas, trabajadores del nuevo milenio, acostumbradas a recibir información de fuentes muy diversas y a procesarla, y a trabajar en equipo, no en organización jerárquica.
Vemos cómo las empresas punteras adoptan nuevos estilos y recogen algunas ideas innovadoras, como el concepto de flexicuridad. El término quiere ser la respuesta al problema de un mercado de trabajo dual, en el que hay una mayoría de trabajadores fijos, que cuentan con una seguridad total en el puesto de trabajo, y una minoría creciente de trabajadores precarios. Se trata de ganar flexibilidad, sin poner en entredicho la seguridad mínima del trabajo.
La adaptación a este nuevo entorno requiere dotar las estructuras empresariales de más ductilidad. Las diversas tareas implican interdependencia y fuerzan a pasar de los sistemas de organización jerárquicos al trabajo en red, que integra los intereses de los trabajadores, mercado, clientes, empresa, accionistas y profesionales. En paralelo emerge una nueva relación de trabajo en la que el poder de la dirección tiende a diluirse, al ser los trabajadores más autónomos. Este piensa por sí mismo, se autoorganiza, es capaz de cambiar el plan preprogramado y puede pasar por diferentes actividades a lo largo de su vida profesional.
LAS CONDICIONES de la flexicuridad piden que los empleadores aseguren la empleabilidad de las personas a lo largo de toda su vida profesional. El concepto tradicional de relación de trabajo, en el que el trabajador ofrece lealtad a cambio de seguridad, está mutando hacia el nuevo paradigma de competitividad a cambio de empleabilidad. Los trabajadores se corresponsabilizan de la competitividad de la empresa y de su propio aprendizaje, y la empresa los capacita para ser competitivos y les asegura que siempre serán empleables porque su formación y capacidades estarán al día.
LA INFORMACIÓN es un elemento capital que debe entenderse como algo duradero y pasa a ser tanto de las políticas ocupativas y de empleo como de las empresas y personas. Los campos en los que conviene formarse son tanto el conocimiento técnico como de gestión; este último, aún olvidado por el sistema educativo. Hoy tan solo se adquiere en las escuelas de negocio o en el seno de algunas empresas punteras. No olvidemos, sin embargo, que el valor que aportamos las personas no se completa si no somos conscientes de la importancia de la actitud por parte de todos, también de los directivos. Las primas millonarias ofrecidas a los directivos de Delphi para cerrar plantas de producción es uno de esos comportamientos que no ayudan en absoluto a convencer a los trabajadores de que es necesario poner al día al conjunto de la empresa.
Articles relacionats / Artículos relacionados
La UE busca un modelo laboral con más protección frente al desempleoEl 42% de los españoles cree que la jornada de 9 a 5 desaparecerá en 10 años
The Next 20 Years [Los próximos 20 años]
El estilo de vida y las costumbres están cambiando rápidamente, y el mundo del trabajo no es ajeno a esta evolución. El cambio más evidente está surgiendo de una creciente competitividad empresarial, de la incorporación de jóvenes al mercado de trabajo, con modos de vida y objetivos diferentes, y de la entrada de muchas mujeres. A ello hay que añadir la llegada de un numeroso colectivo de inmigrantes y el envejecimiento de la población, que llenará las plantillas de trabajadores sénior. Crece, también, la estima social por el ocio. Por lo tanto, nos tenemos que adaptar a los nuevos entornos laborales y saber trabajar con estas implicaciones.
Por parte de la empresa, gestionar la cultura de la diversidad implica tomar conciencia de que es precisamente en la diferencia donde radica la capacidad de innovar y crear. Tener personas de características y orígenes distintos ayuda a encontrar complementariedades y sinergias creativas.
También será necesario que la empresa saque más partido de las tecnologías de la información y la comunicación, entorno en el que ayudarán mucho las personas que se han empezado a denominar milenistas, trabajadores del nuevo milenio, acostumbradas a recibir información de fuentes muy diversas y a procesarla, y a trabajar en equipo, no en organización jerárquica.
Vemos cómo las empresas punteras adoptan nuevos estilos y recogen algunas ideas innovadoras, como el concepto de flexicuridad. El término quiere ser la respuesta al problema de un mercado de trabajo dual, en el que hay una mayoría de trabajadores fijos, que cuentan con una seguridad total en el puesto de trabajo, y una minoría creciente de trabajadores precarios. Se trata de ganar flexibilidad, sin poner en entredicho la seguridad mínima del trabajo.
La adaptación a este nuevo entorno requiere dotar las estructuras empresariales de más ductilidad. Las diversas tareas implican interdependencia y fuerzan a pasar de los sistemas de organización jerárquicos al trabajo en red, que integra los intereses de los trabajadores, mercado, clientes, empresa, accionistas y profesionales. En paralelo emerge una nueva relación de trabajo en la que el poder de la dirección tiende a diluirse, al ser los trabajadores más autónomos. Este piensa por sí mismo, se autoorganiza, es capaz de cambiar el plan preprogramado y puede pasar por diferentes actividades a lo largo de su vida profesional.
LAS CONDICIONES de la flexicuridad piden que los empleadores aseguren la empleabilidad de las personas a lo largo de toda su vida profesional. El concepto tradicional de relación de trabajo, en el que el trabajador ofrece lealtad a cambio de seguridad, está mutando hacia el nuevo paradigma de competitividad a cambio de empleabilidad. Los trabajadores se corresponsabilizan de la competitividad de la empresa y de su propio aprendizaje, y la empresa los capacita para ser competitivos y les asegura que siempre serán empleables porque su formación y capacidades estarán al día.
LA INFORMACIÓN es un elemento capital que debe entenderse como algo duradero y pasa a ser tanto de las políticas ocupativas y de empleo como de las empresas y personas. Los campos en los que conviene formarse son tanto el conocimiento técnico como de gestión; este último, aún olvidado por el sistema educativo. Hoy tan solo se adquiere en las escuelas de negocio o en el seno de algunas empresas punteras. No olvidemos, sin embargo, que el valor que aportamos las personas no se completa si no somos conscientes de la importancia de la actitud por parte de todos, también de los directivos. Las primas millonarias ofrecidas a los directivos de Delphi para cerrar plantas de producción es uno de esos comportamientos que no ayudan en absoluto a convencer a los trabajadores de que es necesario poner al día al conjunto de la empresa.
Articles relacionats / Artículos relacionados
La UE busca un modelo laboral con más protección frente al desempleoEl 42% de los españoles cree que la jornada de 9 a 5 desaparecerá en 10 años
The Next 20 Years [Los próximos 20 años]