En casa, como en ningún sitio
¿Están desencantadas las mujeres estadounidenses con sus tareas profesionales y la escasa flexibilidad laboral? El debate está servido.
Mejor en casa que en el bullicioso mundo del trabajo. Uno de los rompecabezas más complejos de la economía estadounidense es por qué cada vez hay menos mujeres en el mercado laboral, pese a que su participación lleva medio siglo escalando sin pausa y, sobre el papel, no debería haber tocado techo.
El porcentaje de norteamericanas en el engranaje empresarial ha saltado desde el 29 por ciento de 1950 al 60, 3 por ciento de 2000, para después desinflarse. Hoy ronda el 59,3 por ciento, frente al 73 por ciento de los hombres.
¿Prefieren las madres en edad de trabajar quedarse en el dulce hogar, cuidando de sus niños, ahora que la riqueza de las familias es más elevada?
¿Están desencantadas las estadounidenses con sus tareas profesionales y la escasa flexibilidad en un sistema en el que trabajar de sol a sol es el lema nacional? ¿Acaso se han tomado un respiro para estudiar y ampliar sus conocimientos?
La periodista de The New York Times Lisa Belkin escribía un polémico artículo –The Opt-out Revolution o La Revolución de negarse a hacer determinadas cosas– en el que sostenía que las empleadas de clase media-alta y formadas –con su rosario de diplomas y másters de los centros más elitistas– habían iniciado un éxodo laboral para convertirse en madres a tiempo completo.
Las generosas nóminas de sus maridos les permitía, sobre el papel, tal golpe de timón vital. Pero la interpretación sigue sin convencer, y cada cual aporta su explicación adicional.
La profesora Stephanie Coontz, del Evergreen State College, asegura que la vuelta al hogar para cuidar de la prole es un mito: "Después de todo, el descenso ha sido igual de significativo entre las mujeres sin hijos".
Idéntico pensamiento tiene Claudia Goldin, docente en la Universidad de Harvard, para quien "las mujeres con niños que están en la treintena siguen trabajando en una proporción que es la más alta de la historia".
Así que la culpa tal vez sea de la macroeconomía. "La mayor parte de la caída se debe a la ralentización económica. La participación masculina también ha descendido", argumenta Coontz.
Una fuga similar, aunque menos acusada, ocurrió en la última recesión de principios de los noventa.
Además, prosigue la experta del Evergreen State College , "el ligero retroceso puede deberse a la decisión de volver a estudiar o de permanecer más tiempo en el sistema educativo para aumentar los ingresos y la seguridad laboral en el futuro".
Pese a estos argumentos, el problema mantiene un cierto aire de enigma. La Reserva Federal de Dallas ha abordado la cuestión para concluir que existen "factores todavía no explicados".
Y aporta sus conjeturas: "el descenso ha sido mayor en mujeres formadas, con niños menores de seis años y con maridos con altos ingresos".
Paralelamente, cada vez hay más hispanas entre las norteamericanas. Y las latinas exhiben una menor participación laboral, dice el banco.
En Estados Unidos hay 40 millones de hispanos, y su tamaño demográfico no deja de agrandarse. Además, apunta la institución de Dallas, se ha disparado el número de mujeres que se dan de baja por invalidez.
Otros economistas y sociólogos sostienen que el género femenino se limita a replicar los patrones de los hombres, y aprovecha igualmente las ventajas del sistema –seguridad social, prejubilaciones, bajas por enfermedad– para salirse del sistema cuando considera que tiene cubiertas determinadas necesidades.
Después de todo, la participación masculina también ha descrito una parábola descendente desde el 87 por ciento de 1949.
Con todo, los expertos advierten de que no hay que llevarse las manos a la cabeza. "En mi opinión, no se está produciendo un gran descenso de la participación femenina y el fenómeno podría ser transitorio", dice Goldin.
"La tendencia a largo plazo en Estados Unidos –y en cualquier otro país del mundo excepto el Afganistán de los talibanes y ahora Irak– es a que las mujeres sigan aumentado su presencia en el mercado laboral y convergiendo hacia los patrones de trabajo masculinos. Y no hay ninguna razón para pensar que esto cambiará", dice Coontz.
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El porcentaje de norteamericanas en el engranaje empresarial ha saltado desde el 29 por ciento de 1950 al 60, 3 por ciento de 2000, para después desinflarse. Hoy ronda el 59,3 por ciento, frente al 73 por ciento de los hombres.
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La periodista de The New York Times Lisa Belkin escribía un polémico artículo –The Opt-out Revolution o La Revolución de negarse a hacer determinadas cosas– en el que sostenía que las empleadas de clase media-alta y formadas –con su rosario de diplomas y másters de los centros más elitistas– habían iniciado un éxodo laboral para convertirse en madres a tiempo completo.
Las generosas nóminas de sus maridos les permitía, sobre el papel, tal golpe de timón vital. Pero la interpretación sigue sin convencer, y cada cual aporta su explicación adicional.
La profesora Stephanie Coontz, del Evergreen State College, asegura que la vuelta al hogar para cuidar de la prole es un mito: "Después de todo, el descenso ha sido igual de significativo entre las mujeres sin hijos".
Idéntico pensamiento tiene Claudia Goldin, docente en la Universidad de Harvard, para quien "las mujeres con niños que están en la treintena siguen trabajando en una proporción que es la más alta de la historia".
Así que la culpa tal vez sea de la macroeconomía. "La mayor parte de la caída se debe a la ralentización económica. La participación masculina también ha descendido", argumenta Coontz.
Una fuga similar, aunque menos acusada, ocurrió en la última recesión de principios de los noventa.
Además, prosigue la experta del Evergreen State College , "el ligero retroceso puede deberse a la decisión de volver a estudiar o de permanecer más tiempo en el sistema educativo para aumentar los ingresos y la seguridad laboral en el futuro".
Pese a estos argumentos, el problema mantiene un cierto aire de enigma. La Reserva Federal de Dallas ha abordado la cuestión para concluir que existen "factores todavía no explicados".
Y aporta sus conjeturas: "el descenso ha sido mayor en mujeres formadas, con niños menores de seis años y con maridos con altos ingresos".
Paralelamente, cada vez hay más hispanas entre las norteamericanas. Y las latinas exhiben una menor participación laboral, dice el banco.
En Estados Unidos hay 40 millones de hispanos, y su tamaño demográfico no deja de agrandarse. Además, apunta la institución de Dallas, se ha disparado el número de mujeres que se dan de baja por invalidez.
Otros economistas y sociólogos sostienen que el género femenino se limita a replicar los patrones de los hombres, y aprovecha igualmente las ventajas del sistema –seguridad social, prejubilaciones, bajas por enfermedad– para salirse del sistema cuando considera que tiene cubiertas determinadas necesidades.
Después de todo, la participación masculina también ha descrito una parábola descendente desde el 87 por ciento de 1949.
Con todo, los expertos advierten de que no hay que llevarse las manos a la cabeza. "En mi opinión, no se está produciendo un gran descenso de la participación femenina y el fenómeno podría ser transitorio", dice Goldin.
"La tendencia a largo plazo en Estados Unidos –y en cualquier otro país del mundo excepto el Afganistán de los talibanes y ahora Irak– es a que las mujeres sigan aumentado su presencia en el mercado laboral y convergiendo hacia los patrones de trabajo masculinos. Y no hay ninguna razón para pensar que esto cambiará", dice Coontz.
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