¿Dónde dice que está el riesgo?
Parece que a pesar de todo lo que se ha avanzado en el terreno de la prevención de los riesgos laborales la cosa no acaba como sería deseable para todos. En muchos casos, ni empresarios ni trabajadores parecen haber interiorizado todavía la gravedad de la situación y siguen viendo la retahíla de ordenanzas e inspecciones administrativas más como una obligación que cumplir para evitar sanciones que como una actitud proactiva necesaria para evitar daños a veces irreparables. Y, desde luego, no será porque desde Treball no se ponga empeño e imaginación. Otro tema es su utilidad real, claro. Esta semana sin ir más lejos se ha enviado a las 5.000 empresas con más accidentes de Catalunya unas "cajas" recordatorios, donde, entre otras cosas, hay un manual de prevención y una lupa para facilitar la lectura del lema de la campaña. Asimismo, el Govern ha aprobado el Plan de prevención de riesgos laborales (2005-2008), con una inversión de 68 millones de euros.
Bien, han caído los accidentes pero no tanto como se deseaba. Y hay preocupación. Por ello, al cabo de diez años de vigencia de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, Mutua Egara ha encargado al Instituto de Estudios Laborales (IEL-Esade) la realización de un informe barómetro para analizar las actitudes y comportamientos frente a los riesgos laborales que hay en la empresa. "En estos años se ha mejorado mucho en el campo de la siniestralidad, hay más inspecciones, más sanciones, las empresas de prevención han crecido como setas, hay másters de prevención... pero la siniestralidad sigue siendo superior a la que esperábamos. Por ello nos inquieta, más allá del cumplimiento de la legalidad, el comportamiento humano ante el riesgo. Precisamente para aproximarnos a él hemos decidido crear este barómetro. No se trata de un estudio estadístico. Ni un nuevo sistema de cálculo de los índices de siniestralidad. Queremos analizar aspectos intangibles. pero decisivos, como el comportamiento y las actitudes de empresarios y trabajadores ante la prevención de riesgos", explica Pere Arch, director de relaciones externas de Mutua Egara.
"Sí, hemos trabajado fundamentalmente con estos dos aspectos emocionales", comenta Anna Laborda, profesora de Esade y coautora del informe. Evidentemente ambos son claves, ya que si una persona no sabe que se enfrenta a un riesgo o, incluso sabiéndolo, no quiere protegerse ante él, la Ley no nos sirve para nada. El modelo que ha seguido el IEL se basa en las cuatro etapas en que puede colocarse a todo individuo en función de su percepción y actuación ante el riesgo. En la primera, el trabajador afirma que "no percibo riesgo alguno"; en la segunda, "sí percibo riesgo pero no actúo"; en la tercera "actúo", pero no de forma continua y en la cuarta, "actúo siempre". "Obviamente, el objetivo de la Ley es lograr que todos los trabajadores se sitúen en la etapa 4. Por tanto, el problema que se plantea es el de cómo utilizar las medidas para que los individuos alcancen esta etapa", dice Laborda.
El primer paso está en saber cómo perciben el riesgo la empresa y el trabajador. Curiosamente lo hacen de manera parecida, pero no igual. En síntesis, la percepción del trabajador está más vinculada a los instrumentos que utiliza que a su propia persona, mientras la de la empresa está más ligada a cosas muy tangibles, muy físicas: sobreesfuerzo, caídas...
Por ello, las medidas que aplica fundamentalmente se basan en elementos de protección individual (casco, calzado...). Una conclusión que se desprende es que las medidas preventivas utilizadas y la percepción de que su utilidad es alta se centran en los riesgos asociados a "golpes o cortes", pero el contacto con sustancias tóxicas, por ejempo, no se percibe como importante. "Podríamos decir que la cultura del riesgo que tienen empresarios y trabajadores tiene unos atributos muy particulares: es física, táctil, de proximidad y utilitarista, es decir, se percibe más el riesgo que se ve y se palpa; se percibe más el riesgo que con más cotidianidad afecta a los trabajadores -aunque sea menor-y, por último, se percibe más el riesgo cuyas medidas de protección, que requieren de la colaboración de los trabajadores, se intuyen como más eficaces", prosigue.
El punto siguiente que se destaca en el informe es el de la minusvaloración del riesgo, o si se quiere una valoración optimista del mismo, en el sentido de que la preocupación que se expresa es menor que la cifra real de accidentes. En realidad, un 80% de las empresas encuestadas -todas con aplicación fehaciente de la Ley-afirman haber tenido al menos un accidente en dos años, sin contar los in itinere."Es una actitud psicológica sustentada en la convicción de queamino me pasará",dice Arch. Nada menos que un 20% de los trabajadores está convencido que el riesgo no va con ellos. "Hay más preocupación e inquietud por el compañero que por uno mismo. El me considero más invulnerable que los demás resulta muy peligroso", plantea Laborda.
En este punto cabe preguntarse, ¿qué hace que alguien se decida a cumplir com una medida preventiva? La convicción y la obligación son los motivos más destacados. "Habitualmente, si actúas por convicción te sitúas en la etapa 3 ó 4. Saber en que etapa está el trabajador es decisivo. Así, si está en la 1 o la 2 lo que necesita es información y formación, pero si ya está en la 3 lo que precisa para pasar a la 4 son incentivos, pero no más formación y aquí se equivocan muchas empresas", explica Laborda.
Para Pere Arch, de esta actitud final del trabajador puede colegirse que muchas veces "el empresario da una información pasiva, no comunica bien ni sigue una estrategia que derive en una creación de cultura. Ciertamente, la obligatoriedad está en informar, pero no es suficiente. Hay que involucrar a los trabajadores para que su percepción del riesgo sea más activa y vaya más allá del uso metódico de los instrumentos de protección individual".
La percepción del riesgo según...
Entre las diferencias más relevantes de percepción del riesgo entre empresarios y trabajadores, los primeros dan mucha importancia a los sobreesfuerzos, mientras para los trabajadores pesan más la caída de objetos en manipulación y los accidentes de circulación. En cambio, ambos coinciden en colocar delante a los golpes, cortes y caídas.
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Bien, han caído los accidentes pero no tanto como se deseaba. Y hay preocupación. Por ello, al cabo de diez años de vigencia de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, Mutua Egara ha encargado al Instituto de Estudios Laborales (IEL-Esade) la realización de un informe barómetro para analizar las actitudes y comportamientos frente a los riesgos laborales que hay en la empresa. "En estos años se ha mejorado mucho en el campo de la siniestralidad, hay más inspecciones, más sanciones, las empresas de prevención han crecido como setas, hay másters de prevención... pero la siniestralidad sigue siendo superior a la que esperábamos. Por ello nos inquieta, más allá del cumplimiento de la legalidad, el comportamiento humano ante el riesgo. Precisamente para aproximarnos a él hemos decidido crear este barómetro. No se trata de un estudio estadístico. Ni un nuevo sistema de cálculo de los índices de siniestralidad. Queremos analizar aspectos intangibles. pero decisivos, como el comportamiento y las actitudes de empresarios y trabajadores ante la prevención de riesgos", explica Pere Arch, director de relaciones externas de Mutua Egara.
"Sí, hemos trabajado fundamentalmente con estos dos aspectos emocionales", comenta Anna Laborda, profesora de Esade y coautora del informe. Evidentemente ambos son claves, ya que si una persona no sabe que se enfrenta a un riesgo o, incluso sabiéndolo, no quiere protegerse ante él, la Ley no nos sirve para nada. El modelo que ha seguido el IEL se basa en las cuatro etapas en que puede colocarse a todo individuo en función de su percepción y actuación ante el riesgo. En la primera, el trabajador afirma que "no percibo riesgo alguno"; en la segunda, "sí percibo riesgo pero no actúo"; en la tercera "actúo", pero no de forma continua y en la cuarta, "actúo siempre". "Obviamente, el objetivo de la Ley es lograr que todos los trabajadores se sitúen en la etapa 4. Por tanto, el problema que se plantea es el de cómo utilizar las medidas para que los individuos alcancen esta etapa", dice Laborda.
El primer paso está en saber cómo perciben el riesgo la empresa y el trabajador. Curiosamente lo hacen de manera parecida, pero no igual. En síntesis, la percepción del trabajador está más vinculada a los instrumentos que utiliza que a su propia persona, mientras la de la empresa está más ligada a cosas muy tangibles, muy físicas: sobreesfuerzo, caídas...
Por ello, las medidas que aplica fundamentalmente se basan en elementos de protección individual (casco, calzado...). Una conclusión que se desprende es que las medidas preventivas utilizadas y la percepción de que su utilidad es alta se centran en los riesgos asociados a "golpes o cortes", pero el contacto con sustancias tóxicas, por ejempo, no se percibe como importante. "Podríamos decir que la cultura del riesgo que tienen empresarios y trabajadores tiene unos atributos muy particulares: es física, táctil, de proximidad y utilitarista, es decir, se percibe más el riesgo que se ve y se palpa; se percibe más el riesgo que con más cotidianidad afecta a los trabajadores -aunque sea menor-y, por último, se percibe más el riesgo cuyas medidas de protección, que requieren de la colaboración de los trabajadores, se intuyen como más eficaces", prosigue.
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