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En busca del tiempo perdido

El debate sobre los horarios de trabajo está calentando motores. Expertos como Ignasi Buqueras piden cambios drásticos.Otros como Mario Gaviria creen que la vida en España es muy grata,con sus puentes y sus horarios de verano e invierno.

Patronal y sindicatos también sopesan la posibilidad de acercanos a unas pautas más europeas.

En Madrid han oído quejarse hasta al rey Juan Carlos, que en el Palacio Real mantiene un protocolo donde la hora oficial de cenar nunca es más tarde de las nueve de la noche:" ¡desde luego, qué horarios tenemos en España!" La opinión real es seguramente compartida por mucha gente de la calle, pero a su manera, porque, al mismo tiempo, disfruta de lo lindo de la vida. El caos tiene esa cosas y cambiar el ritmo de trabajo es más fácil de decir que de hacer reconocen los propios sindicatos en un debate que no acaba más que empezar.

"Millones de personas, especialmente en las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona piensan, y dicen, que van de cráneo", afirma Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los horarios españoles. "En España es normal empezar a trabajar temprano y terminar entre las siete y la ocho de la tarde, a lo que luego se suma el tiempo de transporte. Eso, como demuestran las estadísticas, ni siquiera favorece la productividad sino lo contrario porque la gente va estresada y cansada y , al final, confunde trabajar con estar muchas horas en el puesto de trabajo. En otros países comienzan más o menos a la misma hora, pero con un horario continuo y sin largas comidas pueden terminar la jornada a las cinco o seis de la tarde".

Seguramente es así pero también resulta que, a pesar del ajetreo, el nivel de satisfacción de los trabajadores españoles en su empleo es muy alto, aunque sólo sea porque lo ha conseguido no hace mucho. En encuestas sobre la calidad de vida en el trabajo, nueve de cada diez trabajadores se han mostrado satisfechos con su empleo. Es más, una parte significativa de españoles confiesa estar sufriendo el síndrome de dependencia del trabajo.

Para el sociólogo Mario Gaviria, "España es con Japón y Corea el país del mundo donde más se trabaja. Eso es lo que le ha permitido crecer estos años mucho más que la media europea, y lo que ha hecho el milagro español. No es casualidad que en los últimos diez años se hayan creado un tercio de los empleos dados de alta en la Seguridad Social. Por tanto no es que haya un problema de organización, es que simplemente se trabaja más. Aparte, el horario no tiene nada que ver con la productividad. Cuba tiene la misma jornada laboral que EE. UU. y es el país menos productivo del mundo."

Ignacio Buqueras opina que en los largos horarios laborales actuales aún sigue influyendo la situación de la posguerra, en la que se generó el pluriempleo y unos hábitos que no son fáciles de erradicar. Sus consecuencias están ahí, agrega: España es líder en accidentes laborales o de tráfico, muchas veces causados por el cansancio.

En su alegato a favor de un cambio drástico de los horarios, Buqueras menciona también la comida en los días de trabajo, "por lo general mucho más larga que en otros países occidentales, y a la que se dedican dos e incluso tres horas , regadas frecuentemente con vino y copa tras los postres".

Mario Gaviria estima por el contrario que "la comida es un ritual maravilloso, importantísimo, que hace más grata nuestra vida, como los puentes festivos o los horarios distintos en verano e invierno, únicos en el mundo, algo que atrae a muchos emigrantes que vienen a trabajar, pero también a vivir aquí. En EE. UU. tienen el happy hour a las cinco de la tarde, con lo que después de trabajar se toman dos o tres copas y se van a su casa en las afueras. Es un horario distinto y no acepto que sea mejor".

Para Jean-François Ferrie, propietario y chef del restaurante barcelonés Languedoc -Roussillon, "los catalanes y en general los españoles van tres veces más al restaurante que los franceses, es increíble. Para nosotros, es algo extraordinario, totalmente diferente. Los franceses se compran alguna cosa y se van a hacer la comida a casa, es triste. En Alemania, parecido".

Tras 15 años acá, Jean-François Ferrie, de 61, y después de trabajar otros 30 en Francia, ha recuperado el buen humor. "En España se pasa ciertamente mucho tiempo en el restaurante, se habla mucho, se bebe buen cognac, las señoras un licor, es agradable. Y también se habla de trabajo, no crea usted". Y sigue: "esto me recuerda a la Francia en la época de De Gaulle y Pompidou. La gente vivía entonces confiada, iba al restaurante, a la fiesta. Ahora los franceses tienen miedo, no piensan más que en el futuro y el comercio no funciona bien. Los españoles por el contrario no piensan en el futuro, es mejor. Hay que vivir".

Los horarios interminables a veces esconden auténticos dramas familiares, dice Ignacio Buqueras. "Los horarios actuales responden a una época pasada, cuando la mujer no trabajaba fuera. La dificultad para armonizar trabajo y familia provoca víctimas, como esos niños desatendidos que los sicológos llaman la generación de la llave porque tienen que abrir ellos mismos la puerta de casa porque nadie les espera".

"La mujer, concuerda Mario Gaviria, está soportando ciertamente la orgía laboral, aunque a veces externaliza sus funciones gracias a una inmigrante".

"La cuestión de fondo, agrega el sociólogo, es que los españoles no están preparados para el tiempo libre. En Francia se creyó que sí lo estaban, pero han tenido que reconocer que no. Ahora están echando atrás las 35 horas. Entre el dinero y la vida, los españoles han elegido el dinero porque para ellos mientras no cambie la concepción del mundo no hay razón para volver pronto a casa."

La cuestión es complicada. Joaquín Trigo, director ejecutivo del Fomento de Trabajo, opina que "la jornada laboral oficial que hay ahora es la más corta que hemos tenido nunca, pero luego ocurre que el cliente es muy exigente y pide que le sirvan en cada momento. Eso obliga a atenderle porque si no lo haces tú, lo hará la competencia".

En CC. OO., la rama de banca lanzará una campaña dirigida a compatibilizar la vida familiar y laboral, pero hace unos días, el secretario del mismo sindicato, José María Fidalgo, dijo en el Club Siglo XXI que cambiar los horarios o los sistemas de producción de un país es muy complicado.

En el debate, lo único que se salva es la siesta, que según el New York Times es ya algo del pasado. Para Mario Gaviria, "en los parques nacionales africanos se observa que todos los ungulados superiores, como los leones o los tigres, echan la siesta, porque recarga el organismo, como en el hombre". Ignacio Buqueras asiente, pero sólo si es "light, de 10 a 20 minutos" como máximo, apunta. Anticuados o no, los mitos siempre han protegido a los hombres de sus desvaríos.

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José ManuelGarayoa , (La Vanguardia)

José ManuelGarayoa , (La Vanguardia)

El debate sobre los horarios de trabajo está calentando motores. Expertos como Ignasi Buqueras piden cambios drásticos.Otros como Mario Gaviria creen que la vida en España es muy grata,con sus puentes y sus horarios de verano e invierno.

Patronal y sindicatos también sopesan la posibilidad de acercanos a unas pautas más europeas.

En Madrid han oído quejarse hasta al rey Juan Carlos, que en el Palacio Real mantiene un protocolo donde la hora oficial de cenar nunca es más tarde de las nueve de la noche:" ¡desde luego, qué horarios tenemos en España!" La opinión real es seguramente compartida por mucha gente de la calle, pero a su manera, porque, al mismo tiempo, disfruta de lo lindo de la vida. El caos tiene esa cosas y cambiar el ritmo de trabajo es más fácil de decir que de hacer reconocen los propios sindicatos en un debate que no acaba más que empezar.

"Millones de personas, especialmente en las grandes ciudades, como Madrid o Barcelona piensan, y dicen, que van de cráneo", afirma Ignacio Buqueras, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los horarios españoles. "En España es normal empezar a trabajar temprano y terminar entre las siete y la ocho de la tarde, a lo que luego se suma el tiempo de transporte. Eso, como demuestran las estadísticas, ni siquiera favorece la productividad sino lo contrario porque la gente va estresada y cansada y , al final, confunde trabajar con estar muchas horas en el puesto de trabajo. En otros países comienzan más o menos a la misma hora, pero con un horario continuo y sin largas comidas pueden terminar la jornada a las cinco o seis de la tarde".

Seguramente es así pero también resulta que, a pesar del ajetreo, el nivel de satisfacción de los trabajadores españoles en su empleo es muy alto, aunque sólo sea porque lo ha conseguido no hace mucho. En encuestas sobre la calidad de vida en el trabajo, nueve de cada diez trabajadores se han mostrado satisfechos con su empleo. Es más, una parte significativa de españoles confiesa estar sufriendo el síndrome de dependencia del trabajo.

Para el sociólogo Mario Gaviria, "España es con Japón y Corea el país del mundo donde más se trabaja. Eso es lo que le ha permitido crecer estos años mucho más que la media europea, y lo que ha hecho el milagro español. No es casualidad que en los últimos diez años se hayan creado un tercio de los empleos dados de alta en la Seguridad Social. Por tanto no es que haya un problema de organización, es que simplemente se trabaja más. Aparte, el horario no tiene nada que ver con la productividad. Cuba tiene la misma jornada laboral que EE. UU. y es el país menos productivo del mundo."

Ignacio Buqueras opina que en los largos horarios laborales actuales aún sigue influyendo la situación de la posguerra, en la que se generó el pluriempleo y unos hábitos que no son fáciles de erradicar. Sus consecuencias están ahí, agrega: España es líder en accidentes laborales o de tráfico, muchas veces causados por el cansancio.

En su alegato a favor de un cambio drástico de los horarios, Buqueras menciona también la comida en los días de trabajo, "por lo general mucho más larga que en otros países occidentales, y a la que se dedican dos e incluso tres horas , regadas frecuentemente con vino y copa tras los postres".

Mario Gaviria estima por el contrario que "la comida es un ritual maravilloso, importantísimo, que hace más grata nuestra vida, como los puentes festivos o los horarios distintos en verano e invierno, únicos en el mundo, algo que atrae a muchos emigrantes que vienen a trabajar, pero también a vivir aquí. En EE. UU. tienen el happy hour a las cinco de la tarde, con lo que después de trabajar se toman dos o tres copas y se van a su casa en las afueras. Es un horario distinto y no acepto que sea mejor".

Para Jean-François Ferrie, propietario y chef del restaurante barcelonés Languedoc -Roussillon, "los catalanes y en general los españoles van tres veces más al restaurante que los franceses, es increíble. Para nosotros, es algo extraordinario, totalmente diferente. Los franceses se compran alguna cosa y se van a hacer la comida a casa, es triste. En Alemania, parecido".

Tras 15 años acá, Jean-François Ferrie, de 61, y después de trabajar otros 30 en Francia, ha recuperado el buen humor. "En España se pasa ciertamente mucho tiempo en el restaurante, se habla mucho, se bebe buen cognac, las señoras un licor, es agradable. Y también se habla de trabajo, no crea usted". Y sigue: "esto me recuerda a la Francia en la época de De Gaulle y Pompidou. La gente vivía entonces confiada, iba al restaurante, a la fiesta. Ahora los franceses tienen miedo, no piensan más que en el futuro y el comercio no funciona bien. Los españoles por el contrario no piensan en el futuro, es mejor. Hay que vivir".

Los horarios interminables a veces esconden auténticos dramas familiares, dice Ignacio Buqueras. "Los horarios actuales responden a una época pasada, cuando la mujer no trabajaba fuera. La dificultad para armonizar trabajo y familia provoca víctimas, como esos niños desatendidos que los sicológos llaman la generación de la llave porque tienen que abrir ellos mismos la puerta de casa porque nadie les espera".

"La mujer, concuerda Mario Gaviria, está soportando ciertamente la orgía laboral, aunque a veces externaliza sus funciones gracias a una inmigrante".

"La cuestión de fondo, agrega el sociólogo, es que los españoles no están preparados para el tiempo libre. En Francia se creyó que sí lo estaban, pero han tenido que reconocer que no. Ahora están echando atrás las 35 horas. Entre el dinero y la vida, los españoles han elegido el dinero porque para ellos mientras no cambie la concepción del mundo no hay razón para volver pronto a casa."

La cuestión es complicada. Joaquín Trigo, director ejecutivo del Fomento de Trabajo, opina que "la jornada laboral oficial que hay ahora es la más corta que hemos tenido nunca, pero luego ocurre que el cliente es muy exigente y pide que le sirvan en cada momento. Eso obliga a atenderle porque si no lo haces tú, lo hará la competencia".

En CC. OO., la rama de banca lanzará una campaña dirigida a compatibilizar la vida familiar y laboral, pero hace unos días, el secretario del mismo sindicato, José María Fidalgo, dijo en el Club Siglo XXI que cambiar los horarios o los sistemas de producción de un país es muy complicado.

En el debate, lo único que se salva es la siesta, que según el New York Times es ya algo del pasado. Para Mario Gaviria, "en los parques nacionales africanos se observa que todos los ungulados superiores, como los leones o los tigres, echan la siesta, porque recarga el organismo, como en el hombre". Ignacio Buqueras asiente, pero sólo si es "light, de 10 a 20 minutos" como máximo, apunta. Anticuados o no, los mitos siempre han protegido a los hombres de sus desvaríos.

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